La tolerancia es la aceptación de la diversidad de opinión social, étnica, religiosa y cultural. Nos permite escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre que no atente contra la persona.
Para empezar, la intolerancia jamás ha sido, ni será la respuesta a nada. Al juzgar o discriminar a alguien por cómo se viste, su forma de pensar, sus preferencias o incluso por discapacidad es una estupidez. Es por falta de tolerancia que los matrimonios se disuelvan, las empresas no funcionen y las amistades estén cada día más vacías.
Pero sin embargo, muchos lo hacen. ¿Por qué? Porque nunca nadie les enseñó a tolerar y nunca ellos lo hicieron por su propia cuenta. Pero cualquier pretexto es bueno para discriminar a alguien o tal vez estas personas ni siquiera se han puesto a pensar en ellos mismos.
El mundo sueña con la tolerancia desde que es mundo, quizá porque se trata de una conquista que brilla por su presencia y a la vez por su ausencia.
Pero la tolerancia no ha muerto.
Se dice que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar y muy difícil de explicar. Pero no imposible.
Si cada uno pone de su parte, todo sería más armonioso. Todos los días somos tolerantes aunque no nos demos cuenta… ¿Quién no ha tolerado cuando un hermano/ primo… te ha pedido y estabas cansado o cuando tu amigo piensa diferente sobre tu idea?
Nosotros como educadores, debemos fomentar de estos unos actos a mayor escala, enseñar a ser tolerantes en la sociedad en que vivimos todos los días; a tolerar a esas personas que son de otras culturas, esas personas que aún les falta aprender cosas, a esas personas que necesitan de nuestra ayuda.
Hay que tolerar todo menos la injusticia y la discriminación.
Se tolerante vive y deja vivir.
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